jueves, 24 de febrero de 2011

12 HOMBRES SIN PIEDAD




12 Hombres sin piedad es un drama judicial, donde Reginal Rose, autor del libro, relata los mayores aciertos y grandes miserias de la justicia norteamericana.
La premisa es bien sencilla, a un joven sin futuro ninguno, lo han enganchado en turbias circunstancias. Se deduce de las pruebas circunstanciales  que ha sido el asesino de su propio padre, con lo cual es objeto de proceso judicial. Se abre la causa y… allí lo tenemos, con esos enormes ojos, abiertos como platos, humedecidos por las lágrimas y mirando asustado para un grupo de hombres. Parecía mendigar una migaja si no de justicia o compasión.
Acto seguido, se reúne un jurado compuesto de doce hombres que decidirán la salvación o condenación de una vida. Pero aquí empieza lo bueno, porque ese pobre diablo ya estaba condenado de antemano. Las pruebas circunstanciales tenían mucho peso y los miembros del jurado tenían mejores cosas que hacer que ponerse a reflexionar sobre un caso que estaba resuelto, blanco y en botella.
El caso del jurado nº 7, interpretado por Jack Warden es muy ilustrativo, cuando en determinado momento dice que no piensa perderse el partido para el que tiene entradas. No considera ni tan siquiera, la remota posibilidad de enviar a la muerte a un justo.



La verdadera película empieza cuando se descubre el jurado nº 8 y se niega a ser del parecer de la mayoría, le piden explicaciones y el contexta con un escueto razonamiento. No piensa en condenar sin más a una persona, le pide un tiempo prudente en el que se puedan examinar algunas de las pruebas. Los otros acceden no sin alguna reticencia, a partir de ahí también se descubre el jurado nº 3, Lee J. Cobb, que con una turbia historia de amor odio con el hijo se muestra agresivo y ponzoñoso.
Todos los jurados se van enfrentando, recriminando y pidiendo explicaciones, pero el jurado nº 7 calladamente va sentando las bases para una duda razonable con la que no condenar a la silla eléctrica al chaval. Cada personaje tiene su historia por detrás y trae a esa habitación unos perjuicios derivados de ella. Reginal Rose construyó la obra de teatro de tal forma que cada persona representase una cualidad y defecto, y en la mayoría de los casos el defecto se impone a la virtud.



De repente se crea un mal clima en una sala cerrada con llave de la que no pueden salir y los ánimos se van exaltando cada vez más. La atmósfera de la película es cargante hasta decir basta. Lumet, el director, la creó así de manera deliberada, aprovechando que no había más escenarios. El guión era una adaptación de teatro, con lo que aprovechó esto para intensificar el lenguaje corporal y los ángulos de toma de las cámaras. Ha sido muy inteligente con las tomas. Al principio de la película, el plano de la cámara era superior al de los actores, creando planos contrapicados ligeramente. Esto produce una sensación de seguridad, porque el espectador tiene una situación superior inconsciente. A medida que la película avanza en su trama, el plano de la cámara va descendiendo e inconscientemente, los personajes van creciendo en la pantalla y en nuestro subconsciente. Al final, entre la atmósfera y ese efecto de cámara parece que los actores se ciernen con toda su fuerza sobre nosotros.
Otra medida inteligentísima ha sido modificar las lentes y las distancias focales que se emplean en la película de tal modo que resulta que la habitación, cada vez se hace más pequeña y los actores más grades. Para que entendáis esto, os intentaré decir que si yo pongo un objetivo tele, cogo a los sujetos cerca, pero están lejos y parece que están pegados, por el contrario si pongo un gran angular muy cerca de la persona, la pared en contraposición aparecerá más lejos pues se exagera la distancia entre el primer plano y el fondo.



El director de fotografía era Boris Kaufman, que ya diera muestras de su fotografía incómoda y claustrofóbica en “La ley del silencio”. La verdad es que es una sensación fantástica, realza la disputa entre el jurado nº3 y nº8 es memorable. Y es muy difícil hacer con las cámaras esos efectos en un solo set. Hay una escena muy recordada y que es un símbolo de la película que le viene heredada del teatro. Se produce cuando un jurado va más allá de lo que la dignidad permite y todos los demás se quedan de espaldas gráficamente repudiando las palabras de este. Ese lenguaje corporal está muy presente y suma muchísimo cuando apenas hay otras referencias.
El reparto es excepcional, sólo fue reunido porque era Henry Fonda quien aportaba el capital y creía en el proyecto de llevar al cine. Se apoderó del papel principal e hizo un papelón. La gente tenía la idea que Henry Fonda representaba la bondad, la integridad y los valores más elevados en sus personajes, este es uno de ellos. “Hasta que llegó su hora”, es un caso extraño en la carrera del actor.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen Blog, te sigo si quieres puedes ver algun articulo de mi Blog y seguirme:) www.cuantodevida.blogspot.com

Unknown dijo...

Gracias mi buen amigo, también me quedo yo...Me gusta el cine, todo lo que tiene arte ,...Pero ya soy viejo y con pocas fuerzas...SE FELIZ...Un abrazo.