lunes, 1 de junio de 2009

EL SÉPTIMO SELLO


Si el cine es una expresión del arte esta película cumple con creces esas premisas. Ingmar Bergman, siempre supo explorar ese sendero oscuro de las emociones y de la mente, en especial la suya propia. Por eso crea arte y no resulta pedante, como lo pinta mucha gente.

Él crea un mundo, sí, vale, su mundo, pero como todo el arte es subjetivo y hay que entender que cada autor debe conformar un lenguaje artístico con sus propios códigos, Bergman nos habla aquí de sus propios miedos, experiencias y obsesiones.

La película va presentando distintos personajes y distintas formas de esperar el inexorable final, la muerte. Con ello presenta situaciones de angustia y desesperación frente a la más completa indiferencia o mismo el esperar el vacío absoluto. Cuestiones ondas que han fascinado al hombre desde el principio de los tiempos y que siguen vigentes en estos nuestros días.

Esta película pasa por ser una de las mayores reflexiones acerca del ser humano, de su propósito, de su esencia, de sus creencias y supersticiones. Retrata la época medieval en la que la iglesia dominaba la vida y la muerte apoderándose de la voluntad ajena y en el que la gente presa de sus miedos se enfrentaban a un Dios vengativo. De hecho, el personaje de Max Von Sydow es un caballero que ha vuelto después de haber combatido durante diez años en las cruzadas.

No es casualidad que Ingmar Bergman se incline a plasmar esas dudas existenciales, se ha criado en un ambiente religioso ya que su padre era Pastor.

Pero la forma de la que dota a estas dudas y pensamientos es lo que hace genial a esta cinta. Hace una alegoría de los temores a la muerte con una partida de ajedrez que le enfrenta a la misma muerte personificada. La muerte que es una experta jugadora le prepara celadas y nos va llevando a su terreno, mientras nosotros tratamos de sacrificar munición para zafarnos de una manera desesperada de sus garras y poner nuestra alma a bien con Dios y con nosotros mismos.

Para otros personajes, la muerte es el fin del ciclo natural y lo único que queda es vacío y silencio.

Nuestro amigo Bergman, ¿disiparía esas dudas o aún seguirá dándole vueltas al asunto?